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Bienvenida al método definitivo que te ayudará a planificar tu novela sin perder la cabeza. Ninguno de estos consejos es inmutable, pero, si los sigues, tardarás mucho menos tiempo en terminar tu primer borrador. Incluso si nunca has acabado ninguno. ¡GARANTIZADO!

 

Te hormiguean los dedos, te bulle el cerebro. El deseo de escribir la novela del siglo XXI se abre paso entre los recovecos de tu mente. A lo mejor tienes una idea más o menos formada. ¡Igual hasta sabes casi todo lo que va a pasar en tu historia! Miras el teclado, miras la pantalla, haces unos ejercicios de calentamiento, aflojas los nudillos, escoges la música y piensas: «500 palabras al día son 50.000 en tres meses. ¡Puedo hacerlo!».

 

Claro que puedes. Pero intentarlo así, sin más, a cara descubierta y sin haber pensado en los obstáculos que aparecerán a mitad de camino es un poco… arriesgado. Vamos a pensar en la tarea de escribir una novela como si fuera una maratón.

 

¿Te lanzarías a correr cuarenta y dos kilómetros sin haber entrenado? ¿Someterías a tus piernas y a tu espalda a esa tortura sin un acondicionamiento físico previo? De acuerdo: correr una maratón no se parece en nada a escribir una novela. Puedes lanzarte al proceloso océano de la página en blanco sin preparación, pero ¿sabes lo que suele pasar en esos casos?

 

A lo mejor estás leyendo esto porque ya conoces la frustración de llegar a un punto de tu novela en el que no sabes por dónde tirar. Si es así, no tengo que convencerte de nada. Pero para las demás: es muy frustrante escribir veinte o veinticinco páginas y descubrir que has llegado a un callejón sin salida. Es como cuando, en mitad de una carrera, te da un tirón. ¿Cómo se evitan los tirones? Calentando. ¿Cómo se evitan los callejones sin salida en las novelas? Planeando un poco. Solo un poco. Palabra.

 

Antes de lanzarte en brazos de tus 500 (o 1700) palabras diarias, antes de entrar en la carrera, haz algunos ejercicios previos. Quieres que tu novela tenga los huesos sanos para que la sostengan en cualquier circunstancia. Quieres que sus músculos sean fuertes y elásticos y que la sangre que corre por sus venas lleve nutrientes a todos sus órganos. Pero no solo eso: tu novela debe llegar a meta tan guapa y atractiva como lo estaba cuando sonó el pistoletazo de salida.

 

Como diría Debbie Allen: «Tienes sueños, buscas la fama» (o por lo menos que no te pongan opiniones de una estrella en internet), «pero la fama cuesta. Y aquí es donde vas a empezar a pagar»: con un poco de previsión. Date unos días para pensar, para tomar decisiones, para que todas las piezas del puzle encajen. ¡No salgas a correr con zapatillas que no sean de tu número! ¡Hidrátate!

 

Y trota hacia el capítulo uno, donde empezaremos con lo más básico: el arte de respirar para escritoras. ¡TE ESPERO!

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